Manuel Tagüeña Lacorte (Madrid, 1913 – México, 1971) fue físico, médico y comandante militar durante la Guerra Cilvil Española y Segunda Guerra Mundial. Su vida, ya relegada al olvido, quedó plasmada en su libro de memorias Testimonio de dos guerras.
Empecé a saber de él después de una conferencia sobre la Ciencia durante la II República, la Guerra Civil y el franquismo, impartida por el profesor Francisco de Asís González Redondo. Fue interesante descubrir que por la carrera de Ciencias Físicas (en su día Ciencias Físico-Matemáticas) había pasado no sólo un brillante físico sino un combatiente antifascista y comunista que ofreció su vida para luchar por lo que creía una causa justa.
Tras la Guerra Civil, y después de desempeñar puestos de gran relevancia para su temprana edad, tuvo que exiliarse con su mujer a la URSS. Allí primero fue alumno y luego profesor de la Academia Militar Frunze de Moscú. Tiempo después se trasladó a la antigua Yugoslavia donde fue asesor del Mariscal Tito. Años después, residió en Checoslovaquia dedicándose a dar clases de Física en la facultad de Medicina (mismo lugar donde más tarde estudiaría Medicina). Por último, se fue a vivir a México al discrepar de la política de Stalin.
En México vivió con su mujer y sus dos hijas una vida tranquila hasta que murió en 1971. Ahora está enterrado en México D.F., y en su lápida se puede leer:
Manuel Tagüeña Lacorte, Teniente Coronel, Jefe del XV Cuerpo de Ejército de la República Española
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Su libro es a partes iguales de fácil y difícil lectura. Fácil porque narra de forma muy amena su vida del día a día: la muerte, pensamientos varios, su mujer, su familia, la carrera, la lucha, la guerra, el exilio, los problemas cotidianos… Y difícil porque la parte de la las guerras está contada de forma ardua, militar y detallada. De hecho, lo que se lee en el libro no son más que las notas que tomaba día a día durante la guerra.
Tagüeña nos ofrece su visión de una época que se extiende desde la II República (el movimiento estudiantil, las asociaciones, las Milicias Universitarias…) hasta finales de los años 60. Es, pues, un espejo de una historia que en España se prefiere olvidar y por ello hay que rescatar.
El olvido no es más que el triunfo definitivo del bando vencedor. Por eso, los interesados (Partido Popular, Jueces franquistas, ultraderecha española…) se empeñan en seguir echando tierra a la fosa común donde está enterrada la Memoria.
Desde aquí invito a la lectura de Testimonio de dos guerras como ejercicio de Memoria Histórica. Y es que podrán inhabilitar a jueces, insultar a las familias que pretenden recuperar los cuerpos de sus antepasados llamándolas “asalta tumbas”, lucir sus banderas franquistas cada 20-N en la C/ Génova, Ópera y Cruz de los Caídos, crispar el ambiente político y social cuando se les llena la boca con la división de las dos Españas, porque nunca podrán borrar la Memoria colectiva mientras nos sigamos informando y definiendo en nuestras cabezas la forma que tomó el viejo enemigo tras la inacabada Transición Española.
Totalmente de acuerdo contigo: no podrán borrar la Memória, si no lo permitimos.
me da motivación joder!!!!!!!!un saludo diego!!!!!!!!
uooooo!!!!
ahora solo falta que hables de Landau jejejeje
viva Landau!!!!!!!!
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Aunque coincidamos en la simpatía hacia Tagüeña, no lo hacemos en el antifascismo a destiempo. Ya sabéis, trasladar los años 30 al aquí y al ahora.
Evelio,
los únicos que trasladan los años 30 al aquí y al ahora son los que mantienen en sus partidos a franquistas, los que se oponen al conocimiento del pasado, los que nunca permitieron la regeneración de las instituciones, los que desean ver a Franco bajo un monumento que costó vidas, los que no permiten desenterrar los cuerpos de las cunetas…en definitiva, los que no buscan una democracia plena.
El antifascismo no existe a destiempo, es inherente (y más en España) a la condición de demócrata.
¿Los únicos ?…deberías remitirte a los hechos, no a tu ideológica interpretación, tan solícita y socorrida. Es más, resulta infantil, retrógado e impúdico pretender solucionar los años 30. Pero se entiende, la realidad es tan abrupta e imperiosa que la tentación de refugiarse y operar sobre el pasado hasta puede presentar apariencia terapéutica. Mera apariencia.
Muy buenas otra vez Evelio.
Nadie habla de solucionar el pasado. La historia está y es inamovible, por mucho que a los demócratas nos pese. Se trata de entender y recordar el pasado para dignificar el presente. Se trata de limpiar todo rastro de una época nefasta que impide, como he dicho, alcanzar una democracia más avanzada.
un saludo