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Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.
Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor es que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.
Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor te es que uno tus miembros perezca, que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehenna.
Epígrafe con el que comienza El diablo.
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No es difícil escoger una obra de Lev Tolstói (1828 – 1910. Imperio ruso) para escribir sobre ella. Si tuviese que dedicar una entrada a Guerra y paz o a Anna Karénina fracasaría en el intento, también si me decantase por uno de sus cuentos breves. Por eso, y porque últimamente el tiempo es lo que menos me sobra, prefiero comentar una de sus novelas breves, El diablo.
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Hace unos años me leí todos los libros de Tolstói que había en la biblioteca de mi barrio. Entre tanto cuento y novela, hubo uno que me llamó especialmente la atención; se trataba de El diablo, una pequeña novela en la que Tolstói – al igual que en La sonata a Kreutzer – analiza las relaciones sentimentales. Tanto una como otra pertenecen a un periodo en el que el autor reflexionó acerca de sus valores morales. La sonata a Kreutzer la publicó en vida pero El diablo – por razones de peso – no.
El diablo es un texto sustentado en tres pilares: la pasión, el compromiso y la culpa. Evgueni Irténev es un joven soltero que hereda una finca y los siervos que en ella trabajan. Para satisfacer sus necesidades sexuales mantiene relaciones con una de las campesinas, Stepanida, hasta que se enamora de una joven de la ciudad cuyo estatus social es similar al suyo. En poco tiempo se casan y esperan un hijo, pero la alegría se esfuma cuando la mujer sufre un aborto y Stepanida le dice a Evgueni que está embaraza de él. Arrastrado por la desilusión, el joven deja de amar a su mujer y vuelve a sentir unos deseos incontrolables hacia Stepanida. Es así como Evgueni se ve atrapado en un callejón sin salida mientras el deseo, el compromiso y la culpa luchan entre sí. Finalmente, al no encontrar una solución racional al conflicto, Evgueni decide asesinar a una de las dos mujeres. Dependiendo del final que leamos – porque hay dos desenlaces –, la víctima es una u otra.
Cuando acabé de leerme el libro, lo primero que pensé fue: ¿quién es el diablo? Puede que sea la campesina por alejarle del camino marcado; puede que sea la mujer que frena sus pasiones; o tal vez Evgueni, que no actúa como se espera de él. Es difícil decantarse por una de las opciones (más si atendemos a los dos finales), aunque me inclino a pensar que para Tolstói el diablo era Stepanida, una campesina que consigue desestabilizar a un hombre al que le espera una espléndida carrera, en palabras del propio autor.
Tolstói no publicó esta obra en vida. Es más, escondió el manuscrito dentro del sofá de su despacho para que su mujer no pudiera leerlo. Quién sabe si tras su lectura pudiera llegar a pensar que su marido se había inspirado en una situación personal. Quién sabe si Tolstói había sentido lo mismo que Evgueni. Quién sabe si el diablo en realidad se encontraba dentro de sí mismo.
Yo diría aquello, no sé si te acuerdas, de Dostoievski en Los hermanos Karamazov: «es la lucha entre Dios y el diablo y el corazón humano es el campo de batalla». Es algo que está más o menos de acuerdo con la cita del Evangelio que citas, el diablo está dentro, sí, tanto del personaje como de Tolstoi.
No sé cómo habrá ido con Don DeLillo, pero me permito aconsejarte encarecidamente «Retorno a Brideshead» de Evelyn Waugh. En serio. Luego te comento en la otra entrada, que ahora hay una chica que me manda a estudiar.
Buena frase la de Dostoievski. Ya sabes que yo no soy mucho de diablos y dioses, pero comparto la frase en el sentido del «bien» y el «mal». Dentro de todos hay una lucha entre el bien y el mal, unas veces gana uno, y otras, el otro.
Apuntada queda la recomendación. Don DeLillo va bien, aunque todavía me queda un poco. Es una sra. novela 🙂