Cuántas veces hemos pensado que el argumento de una novela sería aún mejor si el autor hubiese decidido hacer un giro en un determinado momento; cuántas veces hemos deseado que un personaje no muriera a mitad de camino; cuántas veces hemos pensado que esa historia que leíamos podría ser contada de otra manera totalmente opuesta. Philip Roth (EEUU, 1933) se debió preguntar esas y otra preguntas a la hora de escribir La contravida.
Quien sea lector habitual de este blog, conocerá mi admiración hacia el escritor estadounidense Philip Roth, al que leo desde hace años pero siempre rodeando a sus más valoradas obras (La conjura contra América o Goodbye, Columbus), como si no quisiera acabar pronto con el pastel.
Hace unos días terminé de leer La contravida, una historia que se compone de pequeñas historias en las que el alter ego de Philip Roth, Nathan Zuckerman, es un escritor que distorsiona la vida de su hermano Henry para construir sus novelas. La novela se divide en cinco historias: Basilea, Judea, En Vuelo, Gloucestershire y Entre cristianos.
Partiendo de la impotencia de su hermano (Henry), Nathan construye una brillante historia [Basilea] que acabará con el fallecimiento de Henry tras una operación con la que pretendía curar su impotencia sexual. Si el lector se siente decepcionado con esa muerte, no tiene de qué preocuparse, en la siguiente historia [Judea] Henry se traslada a un campamento de judíos ultraortodoxos tras haber superado con éxito la operación y haber abandonado a su mujer e hijos. Será Nathan el que tendrá que viajar hasta Judea para convencer a su hermano de que aquel no es su lugar. En la tercera parte [Gloucestershire], Philip Roth propone algo más potente: Nathan se queda impotente y se enamora de una joven inglesa (Maria) con la que mantiene una relación a pesar de ser incapaz de mantener relaciones sexuales con ella. Ésta quizás es la parte más reflexiva del libro ya que pone sobre la mesa el papel del sexo en una relación y de cómo cada persona lo puede interpretar a su manera: Nathan se empeña en pasar por una complicada operación para recuperar su potencia (vemos que se mezcla con el argumento de Judea) y Maria intenta impedírselo al sentirse capaz de seguir con ese tipo de relación. Al final, Nathan se somete a la operación y fallece. En la última de las historias [Entre Cristianos], Nathan y Maria son una feliz pareja de recién casados. Sin embargo, lo que parecía un final feliz, se convierte en una auténtica tortura para Nathan, que no se siente capaz de ser en judío en Inglaterra.
La contravida se trata de una novela con una estructura compleja en la que podemos encontrar a un Philip Roth ingenioso a la hora de crear diálogos y a un perfecto narrador capaz de combinar cinco historias para dar una sola. Si no se ha leído nada de él puede resultar agobiante la obsesión que siente Zuckerman (y, por tanto, Philip Roth) hacia temas como la muerte, la enfermedad, la infidelidad o el judaísmo. Pero si se conocen las inquietudes del autor, La contravida supondrá un punto de encuentro de las temáticas presentes en otras de sus novelas (El animal moribundo, El mal de Portnoy, Engaño o Lección de anatomía).
Me marcho.
Me he marchado.
Te dejo.
Dejo el libro.
Eso es. Por supuesto. ¡El libro! Maria se considera producto mío, se tiene por una fantasía y, utilizando su inteligencia, se marcha por el foro, y no sólo me deja a mí, sino que también abandona una prometedora novela sobre la guerra cultural que apenas está escrita, salvo en su feliz arranque.