Había una época en la que los cuentos estaban impresos en papel. Era divertidísimo leer palabras que se quedaban quietas en vez de desplazarse.
Cuánto nos divertíamos. Isaac Asimov
Hace tres años, en un cambio de clase, compartí veinte minutos de pasillo con un compañero. No intercambiamos palabra alguna. Saqué un libro de mi mochila y él, para mi asombro, hizo lo mismo con su libro electrónico. Me hubiera encantado iniciar un duelo papel vs. pantalla aprovechando la soledad del pasillo, pero me senté en un banco y, en vez de leer, miré a mi compañero mientras reflexionaba sobre los libros electrónicos. Nunca le había visto cerca de un libro. Nunca. Pertenecía a un grupo de gente que sacaba mejores notas que yo pero que si le nombrabas a Bécquer lo mismo te corregía diciendo: «Es becquerelio, Diego, becquerelio». La cosa es que sacó su libro electrónico y no levantó la mirada hasta que el profesor llegó. Yo, que me había posicionado en contra de los libros electrónicos, tuve que ceder por momentos ante la evidencia: habían conseguido que hasta los cuadriculados se dejaran llevar por la marea de las letras. Mi gozo acabó en un pozo cuando durante la clase llegué a una conclusión: no era el libro lo que le atrapaba, era la pantalla.
A mí no se me ocurre leer un buen libro en una pantalla al igual que no se me pasa por la cabeza servirme la mejor de las comidas en un plato de plástico. Sí, la comida es la comida, da igual donde la sirvas, pero todos estamos de acuerdo en que las cosas saben mejor si son presentadas con gusto: no es lo mismo beber un buen vino en una copa de cristal que en un vaso de mini, como no es lo mismo cubrir la mesa con un bonito mantel que con hojas de periódico. En resumen: el soporte es importante.
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La moda del libro electrónico ha venido para quedarse. Con la excusa de que es más cómodo y más económico (incluso algunos justifican su uso en que es más beneficioso para el medio ambiente) leer sobre pantalla que sobre papel, nos han metido sin fuerza otro artilugio más en nuestras vidas. Si piensas que con ordenador, móvil, tableta y mp3 vas servido, te equivocas, puedes llevar 100 gramos menos encima si te compras un libro electrónico. Es más, puedes llevar encima 3000 libros que nunca acabarás de leer.
Exceptuando a los lectores habituales que han caído en la moda de comer sobre plástico, muchos de los lectores de libros electrónicos no leen libros, miran pantallas. Les da igual qué orden lleven las letras porque la gracia ya no es ésa, sino el aparato en cuestión. Lo mismo un día te encuentras a uno leyendo Cincuenta sombras de Grey, como al cabo de unos días devorando la ahora típica Anna Karénina. La moda no es – que quede claro – leer, es tener un libro electrónico.
La tecnología tendría que hacernos la vida más fácil. En vez de eso, lo que está consiguiendo es complicarla y hacernos más dependientes. Primero llegaron los ordenadores y después los móviles. Nos resolvieron muchos problemas al tiempo que nos creaban dependencias absurdas. Nos acercaron entre nosotros y a la vez nos alejaron. ¿Acaso no estamos ahora más solos a pesar de comunicarnos constantemente con los de nuestro alrededor? Vivimos sumergidos en una falsa realidad de cercanías aunque en el fondo nunca habíamos estado tan solos. Las pantallas son nuestras únicas compañeras en este viaje.
La Universidad Gutemberg de Maguncia en colaboración con la MVB (Marketing-und des Verlagsservice Buchhandels) realizó un estudio para obtener resultados acerca de las ventajas y desventajas de leer en pantalla, llegando a la conclusión de que apenas hay diferencias en la lectura, aunque sí en el tiempo dedicado al mismo texto. Si leemos en pantalla, el tiempo que tardamos en acabar un texto es menor que si lo hacemos sobre papel. Sacar conclusiones de este hecho es complicado porque son muchos los factores que intervienen. Aún así, podríamos tener dos opciones:
- Asimilamos peor la información en pantalla puesto que le dedicamos menos tiempo al texto.
- Si asimilamos de igual manera, entonces la pantalla cansa menos al ojo, por lo que le permite avanzar más deprisa.
Esto se lo dejo al compañero G_A_Schwartz (estudioso del comportamiento humano, las Artes y la Ciencia) cuya entrada acerca de este mismo tema (El homo sapiens y el libro electrónico) fue fuente de inspiración para estas líneas. Yo, que tengo el conocimiento justo acerca del funcionamiento del cerebro, no pienso meterme en un túnel sin salida. Sólo diré (y basándome en mi experiencia personal) que el cerebro asimila mejor la información cuando está sobre papel. La razón es que el cerebro ubica conocimiento en lugares físicos. Si leemos sobre pantallas, el lugar para toda la información siempre será el mismo, por lo que su asimilación será menos duradera.
A pesar de la moda del libro electrónico, las estadísticas parecen contradecir la realidad. Según una encuesta realizada por el Ministerio de Cultura de España (Hábitos de Lectura y Compra de libros en España 2011) el 52,5% de la población lee en soporte digital, pero sólo el 6,8% lee libros de esta manera. Téngase en cuenta que han pasado dos años desde entonces y el boom del libro electrónico fue el año pasado.
Tendremos que esperar para ver en qué acaba esto. ¿Seguiremos bebiendo en copas de cristal o nos pasaremos al vaso de plástico? Por mí pueden desaparecer las pantallas inservibles; no me gusta que se me impongan necesidades. Así que ya sabes, si quieres ahorrarte dinero, saca libros de la biblioteca; si quieres llevar menos peso, deja los auriculares de medio kilo en casa. Un buen libro no sólo es el contenido, es el papel, la encuadernación y la portada; es el tacto, el olor y el envejecimiento de sus hojas.