En el camino (Jack Kerouac)

¿No es cierto que se empieza la vida como un dulce niño que cree en todo lo que pasa bajo el techo de su padre? Luego llega el día de la decepción cuando uno se da cuenta de que es desgraciado y miserable y pobre y está ciego y desnudo, y con rostro de fantasma dolorido y amargado camina temblando por la pesadilla de la vida.

Las modas tienen un comportamiento predeterminado. Van y vienen según interese a los dueños del producto; casi nunca la demanda se impone a la oferta.  La única moda que es oferta y demanda es la que cubre un vacío que nadie antes había entendido como tal. Las modas que van y vienen son, en su mayoría, modas que no ofrecen nada pero imponen la demanda.

Ahora se lleva la Generación Beat. Parte de culpa la tiene la adaptación cinematográfica de En el camino, la obra cumbre de Jack Kerouac y de toda una generación de jóvenes sin un lugar en el mundo.

Y durante un momento llegué al punto del éxtasis al que siempre había querido llegar; a ese paso completo a través del tiempo cronológico camino de las sombras sin nombre; al asombro en la desolación del reino de lo mortal con la sensación de la muerte pisándome los talones, y un fantasma siguiendo sus pasos y yo corriendo por una tabla desde la que todos los ángeles levantan el vuelo y se dirigen al vacío sagrado de la vacuidad increada, mientras poderosos e inconcebibles esplendores brillan en la esplendente Esencia Mental e innumerables regiones del loto caen abriendo la magia del cielo. Oía un indescriptible rumor hirviente que no estaba en mi oído sino en todas partes y no tenía nada que ver con el sonido. Comprendí que había muerto y renacido innumerables veces aunque no lo recordaba porque el paso de vida a muerte y de muerte a vida era fantasmalmente fácil; una acción mágica sin valor, lo mismo que dormir y despertar millones de veces, con una profunda ignorancia totalmente casual.

Viajes de Kerouac

Viajes de Kerouac

Alejándonos de las odiosas modas, En el camino es una obra magistral (aunque si tengo que elegir me quedo con Los Vagabundos del Dharma). Narra las andanzas de Jack Kerouac a lo largo y ancho de Estados Unidos y México durante siete años. Cadillacs, kilómetros, carreteras interminables, drogas, alcohol, amistad y amor son los ingredientes; una estructura caótica constituye el andamiaje; y un ritmo frenético, siempre al borde del abismo, la marca de cada página. Me imagino a Kerouac encerrado en una habitación de Manhattan escribiendo como si no existiera el mañana. Siete años de viajes condensados en tres semanas de escritura.

Tres semanas es muy poco tiempo para escribir un libro de 400 páginas. Equivale a crear 19 páginas de libro al día… Un rollo de papel, sin apenas márgenes, sustituía a los folios para que la línea del pensamiento no se viera impedida por ningún agente externo.  Debió acabar destrozado, con el hígado roto y los pulmones encharcados, aunque según él  tan sólo bebió café para aguantar el ritmo.

Cuando llegó el gris amanecer y se coló como un fantasma por las ventanas del cine, estaba dormido con la cabeza apoyada en el brazo de madera de la butaca y seis empleados me rodeaban con toda la basura que se había acumulado durante la noche; la estaban barriendo y formaron un enorme montón maloliente que llegó hasta mi nariz… Estuvieron a punto de barrerme a mí también. Esto me lo contó Dean, que observaba desde diez asientos más atrás. En aquel montón estaban todas las colillas, las botellas, las cajas de cerillas, toda la basura de la noche. Si me hubieran barrido, Dean no me habría vuelto a ver. Hubiera tenido que recorrer todo Estados Unidos mirando en los montones de basura de costa a costa antes de encontrarme enrollado como un feto entre los desechos de mi vida, de su vida y de la vida de los demás. ¿Qué le habría dicho desde mi seno de mierda?

Jack Kerouac (1922-1969) y Neil Cassady (1926-1968)

Jack Kerouac (1922-1969) y Neil Cassady (1926-1968)

Los tiempos parecían importar poco a Kerouac: siete años de viajes, tres semanas de escritura y  seis años hasta que fue publicado su rollo. Al parecer, durante los viajes, Kerouac iba tomando las notas que después conformarían el libro. Muchas de ellas fueron incluidas tal y como fueron escritas, sin modificación alguna, manteniendo así la esencia del momento. El resultado fue la biblia de toda una generación, es decir, una moda que llenó un vacío, el de ser consciente de la imposibilidad de encontrarse a uno mismo en un mundo que gira más deprisa o más lento que tú.

Jack Kerouac buscó su lugar durante siete años. Siete años dando vueltas para acabar en el mismo lugar de donde partió. No creo que el resto tengamos esa suerte. No nos vamos…

La contravida (Philip Roth)

Cuántas veces hemos pensado que el argumento de una novela sería aún mejor si el autor hubiese decidido hacer un giro en un determinado momento; cuántas veces hemos deseado que un personaje no muriera a mitad de camino; cuántas veces hemos pensado que esa historia que leíamos podría ser contada de otra manera totalmente opuesta. Philip Roth (EEUU, 1933) se debió preguntar esas y otra preguntas a la hora de escribir La contravida.

Quien sea lector habitual de este blog, conocerá mi admiración hacia el escritor estadounidense Philip Roth, al que leo desde hace años pero siempre rodeando a sus más valoradas obras (La conjura contra América o Goodbye, Columbus), como si no quisiera acabar pronto con el pastel.

Hace unos días terminé de leer La contravida, una historia que se compone de pequeñas historias en las que el alter ego de Philip Roth, Nathan Zuckerman, es un escritor que distorsiona la vida de su hermano Henry para construir  sus novelas.  La novela se divide en cinco historias: Basilea, Judea, En Vuelo, Gloucestershire y Entre cristianos.

La contravida

La contravida

Partiendo de la impotencia de su hermano (Henry), Nathan construye una brillante historia [Basilea] que acabará con el fallecimiento de Henry tras una operación con la que pretendía curar su  impotencia sexual. Si el lector se siente decepcionado con esa muerte, no tiene de qué preocuparse, en la siguiente historia [Judea] Henry se traslada a un campamento de judíos ultraortodoxos tras haber superado con éxito la operación y haber abandonado a su mujer e hijos. Será Nathan el que tendrá que viajar hasta Judea para convencer a su hermano de que aquel no es su lugar. En la tercera parte [Gloucestershire], Philip Roth propone algo más potente: Nathan se queda impotente y se enamora de una joven inglesa (Maria) con la que mantiene una relación a pesar de ser incapaz de mantener relaciones sexuales con ella. Ésta quizás es la parte más reflexiva del libro ya que pone sobre la mesa el papel del sexo en una relación y de cómo cada persona lo puede interpretar a su manera: Nathan se empeña en pasar por una complicada operación para recuperar su potencia (vemos que se mezcla con el argumento de Judea) y Maria intenta impedírselo al sentirse capaz de seguir con ese tipo de relación. Al final, Nathan se somete a la operación y fallece. En la última de las historias [Entre Cristianos], Nathan y Maria son una feliz pareja de recién casados. Sin embargo, lo que parecía un final feliz, se convierte en una auténtica tortura para Nathan, que no se siente capaz de ser en judío en Inglaterra.

La contravida se trata de una novela con una estructura compleja en la que podemos encontrar a un Philip Roth ingenioso a la hora de crear diálogos y a un perfecto narrador capaz de combinar cinco historias para dar una sola. Si no se ha leído nada de él puede resultar agobiante la obsesión que siente Zuckerman (y, por tanto, Philip Roth) hacia temas como la muerte, la enfermedad, la infidelidad o el judaísmo. Pero si se conocen las inquietudes del autor, La contravida supondrá un punto de encuentro de las temáticas presentes en otras de sus novelas (El animal moribundo, El mal de Portnoy, Engaño o Lección de anatomía).

Me marcho.

Me he marchado.

Te dejo.

Dejo el libro.

Eso es. Por supuesto. ¡El libro! Maria se considera producto mío, se tiene por una fantasía y, utilizando su inteligencia, se marcha por el foro, y no sólo me deja a mí, sino que también abandona una prometedora novela sobre la guerra cultural que apenas está escrita, salvo en su feliz arranque.

Libra (Don DeLillo)

Los estadounidenses tiene miedo, mucho miedo.  El estadounidense medio siente el miedo que sus gobernantes le imponen; lo acepta como suyo y como si estuviera fundado en su propia percepción. Los estadounidenses tiene miedo porque hay aviones que sobrevuelan sus cielos, porque hay niños que van al colegio con mochilas antibalas, porque tienen un ejército que regresa con secuelas mentales tras una “intervención humanitaria”, porque hay locos – supuestos marginados – que tienen armas al alcance de su mano. Son las armas. Pero todos sabemos que, en realidad, no son las armas. Los estadounidenses tienen miedo porque son conscientes de que todas las semillas de odio que su país ha ido sembrando por el mundo han germinado y no hay armas que puedan arrancar las flores del mal. Pero ese miedo hacia lo que está tras sus fronteras pierde algo de interés cuando son conscientes de que dentro de ellas hay individuos que pueden alterar – con sólo apretar un gatillo – la tranquilidad de un soleado día de otoño, como el del 22 de noviembre de 1963, cuando Lee Harvey Oswarld asesinó a John F. Kennedy.

De ese asesinato se han derramado ríos de tinta, tanto para estudiarlo como para desfigurarlo, aprovechando que nunca se dejó claro quién mandó asesinar a JFK (recuérdese que el informe de la Comisión Warren señaló a Oswarld como único asesino, pero después, en 1979, el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos presentó conclusiones distintas: no había un único francotirador en la zona, la CIA podía tener algo que ver en el suceso…). Dicen que si el río suena es que agua lleva; a nadie extrañaría que la CIA pudiera estar detrás del asesinato de Kennedy puesto que hoy en día tenemos sospechas de sobra conocidas para atribuirle “pequeños” deslices.

Libra - Don DeLillo

Libra – Don DeLillo

En 1988, Don DeLillo (EEUU, 1936) quiso poner su granito de arena a la especulación-conspiración del 22-N con su novela Libra. Historias entrecruzadas, encuentros, despedidas, locuras, pasiones, utopías, desengaños y traiciones plagan la historia. Don DeLillo, demostrando ser un maestro de la narración, ofrece al lector una novela sustentada en la magnífica construcción del protagonista desde diferentes puntos de vista: su madre, un sector de la CIA y la voz de un narrador que no le deja tranquilo en ningún momento. Oswarld es presentado en cuatro escenarios diferentes: niñez, juventud en la marina, en la URSS y en EEUU. En el primero de ellos nos encontramos con un niño nacido en el seno de una familia pobre y desestructurada, con un padre ausente y un hermano militar. Conforme va creciendo, la revista Time y los libros de Marx hacen mella en él, hasta que, desesperado por la ausencia de futuro y la idolatría hacia su hermano, decide enrolarse en la marina. Apenas transcurren tres años cuando deserta a la URSS. Allí se casa con la hija de un coronel del KGB e intenta servir al país que porta el estandarte del comunismo, pero Owarld, demasiado idealista, se decepciona al no ser capaz de comprender que los paraísos no existen y mucho menos en un mundo lleno de infiernos. Confuso tras descubrir que las utopías no existen regresa a EEUU junto a su mujer. Allí descubre la dureza del lado opuesto de la Guerra Fría mientras unos agentes de la CIA que fracasaron en el ataque a Bahía de Cochinos, le convencen para atentar contra el presidente Kennedy con el fin de justificar una invasión a Cuba. Lee Oswarld desconoce los verdaderos fines de su atentado, pero los tres agentes de la CIA le prometen pasar a la historia tras el asesinato del presidente.

A este eje argumental, DeLillo añade varios argumentos satélites que complican demasiado el seguimiento de la historia. Se necesita paciencia, tranquilidad y tiempo para encajar todas las piezas del rompecabezas y entender la obra en su totalidad. En mi opinión, la grandeza de la novela, y por lo que su lectura resulta tan atractiva, es el haber introducido el componente político al hecho histórico que fue el asesinato de Kennedy. Don DeLillo especula, sí, pero especula en una determinada dirección porque conoce las miserias de la política exterior de su país. De hecho, cuando leí que tres agentes de la CIA querían asesinar a Kennedy para tener un argumento contundente con el que justificar una invasión a Cuba, me pareció más coherente que todas las explicaciones vacías de contenido político. Pero como la realidad supera a la ficción, DeLillo, seguramente, se quedó corto en su especulación. Lo triste es que nunca sabremos (porque así se quiere) conocer el verdadero entramado que hubo tras uno de los asesinatos más mencionados y recordados de la historia.

Diario de invierno

Nunca he sido muy amigo de Paul Auster (EEUU, 1947). He leído cosas suyas que me han gustado, como por ejemplo, Mr Vértigo, y otras que no tanto, Brooklyn Follies. En esta ocasión me he encontrado con él en Diario de invierno, su última novela.

Diario de invierno  es un texto introspectivo.  El lector curioso, amigo de los chascarrillos y de los trapos sucios ajenos, puede meterse en la cabeza de Auster, rebuscar entre sus recuerdos y engullirlos como si pertenecieran a su propia vida. No quiero decir con esto que mi posición sea contraria a la publicación de autobiografías, pero hay ciertos aspectos de una persona que a lo mejor deberían permanecer en uno mismo y no inmortalizados en unas cuentas hojas de papel,  aunque cada uno sea libre de desvelar tantas intimidades como guste. No obstante, a mí me resulta incómodo leer ciertas cosas porque me siento como un voyeur, observador de una vida que ni me corresponde mirar ni lo deseo. Quizá por ello dejé el libro hacia el final, cuando la fragmentación de una vida en palabras comenzaba a resultarme aburrida.

Para los lectores habituales de Paul Auster este libro supone un acercamiento al autor. Supongo que les permitirá comprender mejor su obra y las razones que le impulsan a escribir acerca de una serie de temas. Supongo además que Paul Auster siente una liberación cuando expone su vida a los lectores. Y sin embargo, ¿qué necesidad hay en ello? ¿Por qué está bien visto que un autor escriba acerca de su vida, incluso cuando ofrece detalles íntimos?  Estas preguntas me recuerdan al caso de Orhan Pamuk que, tras la publicación de Estambul, ciudad y recuerdos, sufrió el alejamiento de su familia.

Cada uno es libre de escribir lo que le venga en gana, de desnudar sus recuerdos ante el mundo entero y recibir un efímero aplauso que no llene el vacío dejado tras los recuerdos escritos. Ese aplauso sería más gratificante si sucediese a un texto no sustentado en la necesidad del detalle para atrapar al lector.

No hay necesidad de desposeerse de la vida privada en nombre de la liberación porque detrás de ese ejercicio no se esconde más que una infantil autoafirmación. Escribir sobre uno mismo hasta el punto de ofrecer todo al lector no convierte al autor en escritor, sino en preso de una literatura terapéutica.

A pesar de todo, Diario de invierno es una novela bien escrita, que transmite, que te hace sentir lo que su autor sintió en el recuerdo que te está mostrando. No sigue una línea argumental cronológica, sino que va mezclando el pasado lejano con el más cercano, consiguiendo con ello unas memorias atípicas y realmente originales.

Carver para “Principiantes»

No había leído nada de Raymond Carver (Estados Unidos, 1938 – 1988) hasta que di con Principiantes. Desde hacía algunos años las ganas por leer algo suyo  igualaba a la vergüenza por no haberlo hecho.

Antes me solía detener en la Cuesta de Moyano con frecuencia, y rara era la ocasión en la que no acababa con un libro de Carver entre las manos. Pero por razones que no tengo, siempre me iba de allí sin él y pensando que la próxima semana lo compraría. Ese libro era Principiantes.

Hoy he acabado de leerlo. Al final entró en mi casa en manos de otro y yo me lo llevé. Sin más. Está bien. Consta de dieciocho relatos, la mayoría muy buenos y algunos del montón. Lo digo con este desdén porque el libro, en vez de entretenerme, me ha hecho plantearme una pregunta que no intentaré – en esta ocasión – contestar: ¿hasta que punto seríamos capaces de valorar una buena obra si ésta prescindiera de título y nombre de autor?

Principiantes es la versión sin corregir de la colección de relatos De qué hablamos cuando hablamos de amor (sí, Murakami se inspiró en el título de Carver para el libro De qué hablo cuando hablo de correr). Actualmente se venden las dos versiones. Principiantes es la más cercana al autor, y De qué hablamos… es la más cercana al editor, Gordon Lish, que redactó párrafos enteros y llegó incluso a modificar varis veces el final de algunos relatos.

Creo que no necesitaría leer más de Carver para hacerme una idea de su estilo. Cuando en este blog he escrito sobre un determinado autor, es porque lo dominaba, porque me había leído prácticamente todas sus novelas y sabía de lo que estaba hablando. Con Carver eso no me pasa, no sé si porque me recuerda demasiado a Bukowski, o porque de repente tengo facilidad para encasillar a un autor después de haber leído unos cuantos relatos suyos. Me decanto por la primera opción.

Al igual que Bukowski, Carver es víctima del minimalismo. Como Bukowski, es padre del realismo sucio. Ignoro si se llegaron a conocer, pero si lo hicieron seguro que fueron uña y carne o enemigos, no hubiera sido posible llegar a un término medio. Los dos alcohólicos, los dos autores prolíficos de relatos, los dos producto de una vida turbulenta, los dos obsesionados por dar voz a los sin voz…

Leer a Carver es leer la versión edulcorada de Bukowski. Bukowski es desagradable, directo y siempre sincero. Carver es menos agresivo, más sutil y cuida algo la prosa. Su nexo común, evidentemente, es el minimalismo, la prosa desnuda (sin florituras ni aderezos, tal cual. Con frases cortas y poco adjetivadas. Lo que importa es la historia, no las palabras) y la obsesión por los protagonistas vulgares y corrientes.

Como no es muy práctico copiar aquí uno de sus relatos, os dejo una de sus poesías, El rasguño. Me parece un buen ejemplo de su estilo. Espero que la disfrutéis.

El rasguño

Me desperté con una mancha de sangre reseca

pegoteada sobre uno de mis párpados.

Un arañazo, profundo, cruza transversalmente las arrugas de mi frente.

Sin embargo, últimamente, he estado durmiendo solo.

Y me pregunto por qué un hombre, incluso en un mal sueño,

alzaría la propia mano para lastimarse la cara.

Esta mañana pretendo responder esta pregunta

y otras similares, mientras observo en silencio

mi rostro que se refleja en los cristales de la ventana.

Pigmeo

Literatura en tiempo de crisis para gente que sabe leer.

Un grupo de adolescentes entra en EEUU con el fin de realizar un atentado terrorista.  Bajo la tapadera de ser estudiantes de intercambio, los terroristas se sumergen en el oeste de Estados Unidos.

Chuck Palanhiuk (EEUU, 1962), conocido mundialmente por su  exitosa novela “El club de la lucha” (adaptada al cine por David Fincher), reflexiona acerca del modo de vida americano en su última novela, Pigmeo. Lo hace con un estilo original, adaptando las diversas anotaciones de uno de los terroristas (Pigmeo) a modo de capítulo. Así nos encontramos con un cuaderno de notas donde Pigmeo cuenta con extrañeza lo que ve a su alrededor.

El personaje se presenta de forma muy atractiva para el lector, ya que ni pertenece a EEUU ni  parece comprender las costumbres habituales del mundo en el que vivimos, como bailar, besar, llorar, comprar… Así, si a Pigmeo le abrazan, nunca dirá que le abrazan; contará que “tal persona” abrió sus brazos y le estrechó entre ellos, mostrando cierto afecto con la expulsión de agua por sus ojos.  Al principio, ese extraño estilo que utiliza Palanhiuk cuesta aceptarlo, pero una vez que te haces a él, lo que cuesta es dejar de reírte, de encariñarte con Pigmeo y pasar páginas y páginas buscando el final de La Operación Estrago, nombre del atentado que deben realizar.

El principal objetivo de Palanhiuk es plasmar qué tipo de sociedad es la estadounidense. Para no caer en la típica crítica, utiliza a un personaje que nada tiene que ver con esa sociedad, de tal forma que puede analizar el modo de vida estadounidense desde el desconocimiento absoluto. A través de las páginas, Pigmeo visita lugares clave (un instituto, una iglesia, un centro comercial, una casa “típica” yankee…) para que el autor pueda explayarse en la crítica.

Chuck Palanhiuk presenta lo más casposo de la sociedad estadounidense, sus costumbres más absurdas, sus conductas más aberrantes, y lo hace con una sencillez basada en los ojos de un “inocente” niño de trece años que, adoctrinado por su país de origen, tiene que enfrentarse a una lucha interna en la que el enamoramiento jugará un papel relevante.

Cada capítulo del libro se centra en una frase de algún personaje político. Desde la boca de los terroristas surgen frases de Hitler, Stalin, el Che, Eugene V.Debs, Kennedy, Mao Tse-Tung, Mussolini… metiendo en el mismo saco a fascistas, socialistas, nazis, comunistas, dictadores, sindicalistas, etc. Eso me ha recordado exageradamente a la equivocada mezcla que hace en el “Club de la lucha” entre izquierda y derecha, cuando el discurso de Tyler Durden pasa de ser claramente de izquierdas a neofascista.

Está claro que no se puede esperar hacer un fructífero análisis político de un libro escrito por un autor de la Generación X. No obstante, hay que tener cuidado con la potencia que pueden tener este tipo de libros y las manos en las que pueden caer. No queremos que sigan expandiendo el virus que infecta cada vez más a la política, ése que nos hace pensar que todos los políticos (y todas las ideologías) son iguales. Hay que saber leer.

Engaño

– Una de las injusticias del adulterio, cuando comparas al amante con el cónyuge, es que al primero nunca le ves en esas circunstancias tediosas, discutiendo por la verdura, o la tostada quemada, porque se ha olvidado de telefonear, porque molesta a alguien o es molestado […]

-Sí, con el amante la vida cotidiana retrocede.

Engaño (Philip Roth)

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De nuevo Philip Roth vuelve a mis manos, y de nuevo una grata sorpresa.

Engaño es un libro que trata el adulterio de una forma realmente peculiar. No hay narrador, pero tampoco es un monólogo íntimo, ni una obra de teatro o un guión. Engaño es una colección de diálogos mantenidos por el protagonista (un escritor norteamericano de cincuenta y tantos llamado Philip, curiosamente) y su amante (una inglesa treinteañera atrapada en un matrimonio del que no puede, o no sabe, escapar).

La novela está sustentada por las conversaciones que mantienen los amantes durante sus encuentros. Con esa herramienta, Roth toca temas como el fracaso del matrimonio, la infidelidad, la política norteamericana o los judíos, con la misma acidez que caracteriza a todas sus novelas. No tiene un argumento claro ni parece que así lo haya querido el autor. La intención de Roth es más bien meternos en la cama con los amantes para hacernos partícipes de esa relación mantenida en la oscuridad de una habitación de hotel.

En ocasiones, las conversaciones se convierten en monólogos de Philip (el amante) acerca de temas que inquietan a Philip (el escritor), y es quizá eso lo que menos me ha gustado del libro: utilizar a un personaje para soltar monólogos sobre la aceptación de los judíos en EEUU, por ejemplo. Entiendo que Philip Roth juega con el lector incitándole a creer que tras esas líneas se encuentra él mismo, pero resulta chocante que en una conversación entre dos amantes, uno de ellos haga un análisis exhausto sobre la situación judía en norteamérica. Supongo que Roth nunca se puede desligar de sus opiniones a la hora de escribir, ni quiere hacerlo.

La obra da un giro interesante al final, cuando resulta que todo lo leído son las notas de un escritor que imagina conversaciones con una amante (así el lector piensa que todo lo leído no es realidad dentro de ficción, sino ficción dentro de ficción). Esas notas son descubiertas por la mujer del escritor, provocando una intensa discusión en la que el escritor defiende su derecho a la no censura y a imaginar libremente situaciones lejanas a la vida real; en definitva, como bien dice Roth: «En mi imaginación soy infiel a todo el mundo».

Engaño es un libro poco conocido de Roth y no muy valorado; no entra dentro de sus obras aclamadas. La verdad es que yo desnocía su existencia. Sabía que por ahí circulaba un libro de Roth que se mantenía sólo con diálogos, pero ni conocía su título ni su argumento. Lo encontré en una librería muy lejos de mis habituales y después descubrí que no resulta sencillo dar con él.

Engaño, un libro para leer en los ratos libres y descubrir al genio de Roth en una de sus mejores facetas: el diálogo.

Entrada relacionada: Reflexiones en torno a Philip Roth

México insurgente

En 1913, John Reed (EEUU, 1887;Rusia, 1920) atravesó la frontera de México con Estados Unidos para realizar un reportaje sobre la lucha armada en México. La razón de ese levantamiento armado fue el asesinato de Francisco I. Madero y el cuartelazo de Victoriano Huerta. El resultado de ese levantamiento: la Revolución mexicana. El resultado del año y medio que estuvo Reed en México: unas crónicas que acabaron por convertirse en libro, México insurgente.

Cayó de casualidad este libro en mis manos cuando ojeaba unos libros en una librería de México DF. Conocía a Reed por el magnífico documento histórico Diez días que estremecieron al mundo, pero desconocía que tuviese un libro similar de la Revolución mexicana. Después de haber leído esas crónicas de la Revolución rusa, supuse que México insurgente estaría al mismo nivel. Me equivoqué.

Partiendo de que las crónicas las escribió cuando tenía veinte y pocos años, y que sólo el hecho de escribirlas y haber salido vivo del norte de México provoca admiración, el libro cojea hasta el punto de llegar a aburrir al lector. Supongo que el error reside en haber aglutinado todos los artículos en un mismo libro que hay que leer de principio a fin como si hubiese sido escrito con ese propósito.

Lo más arduo de todo es la sucesión de nombres de soldados, peones, campesinos…que no vienen al caso y que despistan al que intenta seguir un orden en el texto. Es cierto que se puede leer (y en muchas ocasiones resulta agradable leer las palabras en primera persona de un observador de la Revolución) sin morir en el intento, pero hay que hacerlo de forma continuada y dedicándole tiempo. También conviene conocer algo de la historia mexicana de aquellos años porque si no resultará imposible seguir las palabras de Reed.

El libro comienza muy flojo (la llegada de Reed al norte de México y su primera toma de contacto con las tropas insurgentes), difuso y no muy ubicado. Después alcanza un nivel más que aceptable con los artículos dedicados a Pancho Villa (es a mi gusto la mejor parte del libro); pero vuelve a decaer con el relato de la cotidianidad de los días.

He cargado demasiado «en contra» del libro no porque me haya parecido malo, sino porque esperaba mucho de él, más que una sucesión de artículos sobre sus días en el ejército. Por eso seré cauto y diré que lo leí en distintos viajes en autobús, muy cansado y con más ganas de acabarlo que de disfrutarlo; así que es probable que ese ambiente no haya ayudado en llevarme un buen recuerdo del libro.

Para acabar, quiero dejar una breve pero perfecta descripción del sueño de Pancho Villa realizada por el propio Villa en una de las conversaciones que mantuvo con Reed. Lo hago no sólo porque me parezca brillante, sino porque a un día de las elecciones presidenciales en México, conviene recordar como un casi analfabeto definió sin darse cuenta lo que debe hacer un político (no gobernar) y lo que el pueblo debe aspirar a ser (dueño de sí mismo).

EL SUEÑO DE PANCHO VILLA

No deja de ser interesante conocer el apasionado ensueño, la quimera que anima a este luchador ignorante «que no tiene bastante educación para ser presidente de México». Me lo dijo una vez con estas palabras: «Cuando se establezca la nueva república, no habrá más ejército en México. Los ejércitos son los más grandes apoyos de la tiranía. No puede haber dictador sin su ejército. Pondremos a trabajar al ejército. Serán establecidas en toda la república colonias militares formadas por veteranos de la revolución. El Estado les dará posesión de tierras agrícolas y creará grandes empresas industriales para darles trabajo. Laborarán tres días de la semana y lo harán duro, porque el trabajo honrado es más importante que el pelear y sólo el trabajo así produce buenos ciudadanos. En los otros días recibirán instrucción militar, la que, a su vez, impartirán a todo el pueblo para enseñarlo a pelear. Entonces, cuando la patria sea invadida, únicamente con tomar el teléfono desde el Palacio Nacional en la ciudad de México, en medio día se levantará todo el pueblo mexicano de sus campos y fábricas, bien armado, equipado y organizado para defender a sus hijos y a sus hogares. Mi ambición es vivir mi vida en una de esas colonias militares, entre mis compañeros a quienes quiero, que han sufrido tanto y tan hondo conmigo. Creo que desearía que el gobierno estableciera una fábrica para curtir cueros donde pudiéramos hacer buenas sillas y frenos, porque sé como hacerlos; el resto del tiempo desearía trabajar en mi pequeña granja, criando ganado y sembrando maíz. Sería magnífico, yo creo, ayudar a que México fuera un lugar feliz«.

(Capítulo VII de la II parte)

Bukowski:Born Into This

La primera entrada que hice en este blog fue de Charles Bukowski. Después de haberme leído decenas y decenas de sus relatos y algunas de sus novelas, vi un documental que me incitó a escribir algo sobre él. El producto fue esa primera entrada.

Me lancé a crear el blog con Un pequeño esbozo de Charles Bukowski sin saber muy bien qué iba a venir después, si es que venía algo. Después de casi 4 meses y más de 40 entradas, vuelvo a esos inicios con el documental que me inspiró a crear este blog.

Es un documental que muestra al Bukowski más tierno y romántico (en el sentido estricto de la palabra) pero también al más borracho, fracasado, mujeriego y autodestructivo. Diría que es un documental que representa fielmente quién era Bukowski: un genio que nunca encontró su lugar en el mundo.

Reflexiones en torno a Philip Roth

Según Philip Roth (EEUU, 1933) no hay esperanza. Esta vida, tal y como se nos presenta, no deja cabida a la esperanza. Estoy vacío por los sueños traicionados y las personas que desaparecieron, llegó a decir en una entrevista cuando le preguntaron por su obsesión por la muerte. Yo diría que la desesperanza y el humor ácido son la clave de sus libros, la marca que le hace incomparable. Leer un libro suyo te deja agotado pero con ganas de más, te hace reír, odiar y entender por qué es el eterno candidato al premio Nobel: no existe escritor actual capaz de mover los cimientos de una sociedad como él lo hace. Es transgresor con su monólogo íntimo; irónico, ácido, natural e ingenioso con sus diálogos (La lección de anatomía contiene los mejores diálogos que jamás haya leído); crítico con sus libros ambientados en una determinada época política; y duro porque ninguna de sus novelas te permite cerrar el libro con una sonrisa en la cara.

Philip Roth representa, para mi gusto, el tipo de literatura que debe existir. Estoy cansado de entrar en una librería con paredes infestadas de libros para matar el tiempo, libros que contienen historias que no representan nada, ni dicen nada, ni te provocan la más mínima sensación. El 90% de los libros que se venden sobran porque dentro del 10% restante hay un 5% que reproduce exactamente ese 90%. Historias bonitas con final feliz, historias tristes con final de llanto, historias vacías de mil páginas e historias copiadas de otras historias ya escritas. Esos libros pretenden transformar lo cotidiano en una historia de interés. Y no hablo al tuntún, sólo es necesario voltear los libros de “novedades” para empezar a leer cosas como: María es una mujer viuda que acababa de perder a su hijo. Tras unos años de depresión descubrirá, gracias a su psiquiatra, que su hijo sigue presente en todos y cada uno de los pequeños detalles de la vida. // Rubén y Laura son dos jóvenes enamorados separados por la distancia. Él vive en Japón y ella en Italia. Moverán cielo y tierra para encontrarse. // Cristóbal estaba solo, o al menos eso pensaba hasta que un día, cuando iba  cruzar la calle, una ráfaga de aire le recordó aquellos viejos momentos.

Si quieres una historia de amor, lee El Museo de la Inocencia; si quieres una historia triste, lee La sombra del ciprés es alargada; si quieres una historia de amistad, lee Campo de amapolas blancas; si quieres guerra, ahí está el desconocido Denis Johnson esperando a que te atrevas con su Árbol de humo; si quieres novela histórica, lee Guerra y Paz ;si quieres saber lo que es sufrir, lee Los Miserables. Pero si lo que quieres es leer la típica historia de amor, de tristeza o de amistad, por poner unos ejemplos, entra en la primera librería que veas y escoge al azar el primer libro que encuentres en «novedades», por un módico precio de veinte euros tendrás papel con el que limpiar el suelo cuando tras su lectura vomites.

A Philip Roth nunca le he visto en «novedades». Ignoro si en España son muchos los lectores que le leen, o si son muchos los lectores que le conocen pero no le leen, o si es un completo desconocido… me da igual. En España somos malos lectores porque consentimos que gente como Nuria Roca (presentadora TV, o eso dice), Dani Martín (actor, cantante, escritor, guapo… todo un fichaje), Boris Izaguirre (…) o Ana García-Siñeriz (periodista, presentadora y madre que considera necesario escribirnos sus experiencias) publiquen sus pensamientos. Si es que ya lo dice Philip Roth, no podemos tener esperanza en el mundo.

Todo esto me ha recordado a un libro suyo (Zuckerman desencadenado) en el que Zuckerman – uno de sus dos alter ego, el otro es David Kepesh – tiene que huir de un pésimo escritor novel. En esa novela Zuckerman hace de un escritor al que las críticas le han obligado a recluirse en un pequeño apartamento. Ese argumento tiene bastante de autobiográfico ya que Philip Roth, tras la publicación de El mal de Portnoy (1969), tuvo que desaparecer de la escena al recibir una avalancha de críticas por parte de judíos (le etiquetaban de antisemita) y de la sociedad en general (se consideraba que el libro era pornográfico, supongo que por escribir polla, coño, follar y eyaculación, si no no se entiende. De todos modos, ¿qué pasa si es pornográfico?, ¿acaso la historia que narra no necesita de esos términos?). Lo más curioso de todo es que ese libro ahora está considerado como una de sus novelas claves… ¿hay lugar para la esperanza?

Philip Roth ha recibido críticas prácticamente con cada libro nuevo publicado, sin embargo, es considerado el mejor escritor estadounidense y uno de los mejores escritores del mundo. Ha conseguido ser publicado en vida por la colección Library of America, la máxima distinción que puede recibir un escritor en Estados Unidos. Sólo le falta conquistar el Nobel de Literatura, y estoy casi seguro que de aquí a unos años por fin se lo darán.

Por desgracia, Philip Roth se hace mayor y en algún momento morirá. La gran mayoría de los escritores que me gustan están muertos o les queda poco de vida. Pero tengo la esperanza, esta vez sí, de que venga una nueva generación de escritores malditos que interpreten la realidad y no me la cuenten, porque que el cielo es azul ya lo sé yo, y que se llora cuando se está triste también. Necesitamos escritores que rompan con lo establecido, que siembren la duda para recolectar las respuestas, que su lectura no esté hecha para pusilánimes y que con sólo una frase puedan ponerte los pelos de punta.