Armamento nuclear: una historia de buenos y malos

Anticuado quedó Sun Tzu y su libro El arte de la guerra  cuando en los años cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un nuevo factor bélico entró en juego: el armamento nuclear.  La estrategia común en la guerra tuvo que ser suplantada por una nueva estrategia cuyo fin, lejos de ganar la guerra, consistía en evitarla.  Imaginemos a dos potencias mundiales poseedoras de armamento nuclear capaz de arrasar con un país entero; si esas dos potencias entran en conflicto no dudarían en utilizar su armamento más potente para ganar la guerra. Ese hecho tan evidente arrastraría a esas dos potencias a una situación conocida como todo o nada, es decir, una guerra nuclear con todas sus consecuencias hasta que se diese un bando vencedor.  Evidentemente, ningún país quiere entrar en guerra en igualdad de condiciones, y mucho menos si esa igualdad se da en el plano nuclear. Así que, los países poseedores de armamento nuclear se dedican a firmar tratados creados por ellos mismos para evitar que otros países puedan tener acceso al armamento nuclear.  Hablo del llamado club atómico.Con ese inofensivo nombre se hacen llamar las potencias que actualmente tienen derecho a tener y desarrollar armamento nuclear. Esas potencias son: EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia y China. Y no sólo forman un club elitista que les da prestigio internacional y ventaja con respecto a otros países, sino que son los signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) firmado en 1968. Este tratado ha sido firmado por 188 países, 188 países que asumen su desigualdad con respecto al club atómico. Y es que ese tratado consiste ni más ni menos en permitir que cinco países puedan poseer armamento nuclear mientras el resto no. No soy partidario de que los países tengan armamento nuclear, pero soy más partidario de la igualdad entre estados que de la desigualdad.  Con ello no quiero decir que todos los países deberían tener acceso al armamento nuclear, sino que las potencias que forman el club atómico deberían dar un paso adelante y realizar un desarme con la posterior firma de un tratado de no rearme.  Pero eso nunca lo veremos, el poder es una fruta demasiado sabrosa como para tirarla a la basura.

Pese a la existencia de ese tratado, se pueden distinguir tres grupos de países con capacidad nuclear. En un primer grupo tendríamos al club atómico, Israel, India y Pakistán. Grupo con capacidad nuclear con aplicaciones militares. Un segundo grupo formado por doce países (Alemania, Bélgica, Canadá, España, Holanda, Italia, Japón, Suecia, Suiza, Sudáfrica – que tuvo bomba nuclear y la desmanteló – , Ucrania y Kazajstán) que tienen capacidad técnica para desarrollar un plan nuclear pero carecen de voluntad política para ello. Y un tercer grupo de nueve países (Argelia, Argentina, Australia, Bielorrusia, Brasil, Corea del Sur, Polonia, Taiwán e Irán) que tienen un programa nuclear y podrían llegar a tener armamento nuclear a corto o medio plazo si tomasen la decisión política

El interés de esta clasificación reside en que todos los países del segundo y tercer grupo han firmado el TNP y el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCE), pero los del primer grupo (excluyendo al club atómico) tienen armamento nuclear pese a no estar dentro del club. La razón, aunque burda y absurda, es que se han negado a firmar el TNP, así que pueden hacer lo que les venga en gana. Llegados a este punto no queda más que preguntarse: ¿para qué sirve el TNP y el TPCE si es posible no firmarlo para desarrollar un plan nuclear? ¿Qué beneficios tiene el firmarlo y por tanto someterse a cinco potencias? ¿Qué países pueden no firmarlo y tener armamento nuclear?

Los amiguismos, los favores, los “miro para otro lado”…están a la orden del día, pero sorprende que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) no tome cartas en el asunto y regule de una vez por todas el armamento nuclear. Desconozco cuáles son los intereses que tiene la OIEA, o si por el contrario no tiene interés alguno pero el control es demasiado complicado. Es cierto que los países con material para el desarrollo de armamento nuclear son suministradores de dicho material, por lo que resulta complicado su control, además de existir los materiales de doble uso que pueden pasar desapercibidos en una revisión.

Logo de la IAEA-OIEA

Uno de los temores actuales es que caiga material para la fabricación de armamento nuclear en manos de grupos terroristas, pero ese miedo es infundado partiendo de la base que son los países con armamento nuclear los que venden dicho material. Es decir, que las potencias nucleares no quieren su proliferación  pero venden el material para su fabricación, muestran un discurso pacifista a la sociedad pero actúan de forma contraria. Parece ser que existen dos caras: la visible para la población y la oculta para gobernar. Si los estados están tan interesados en el desarme nuclear tan sólo tendrían que ceñirse al artículo VI del TNP que indica el desarme total del armamento nuclear. En ese caso, todos los países que han firmado el TNP estarían obligados por ley al desarme; tan sólo quedarían con armamento nuclear Israel, Pakistán e India, que no supondrían un problema puesto que por presión sería posible su desarme. Por otra parte, la existencia de grupos terroristas no es excusa para mantener arsenales nucleares porque, en el supuesto (y remoto) caso de un atentado terrorista con bombas nucleares, no se podría contestar con los mismos medios. Las razones son varias, pero la más evidente desde el punto de vista militar es la imposible localización geográfica de los terroristas. Por tanto, la conclusión a la que se puede llegar es que las potencias nucleares mantienen sus arsenales por una simple cuestión de primacía y prestigio a nivel mundial, además de por intereses económicos generados por la venta de material.

Los estados nucleares, al no haber cumplido el artículo VI del TNP (el de desarme nuclear), han perdido autoridad moral frente a los “proliferadores”. Hoy el TNP es interpretado en la práctica tomando como referencia la desconfianza hacia ciertos estados, y no el peligro inherente a la existencia de armas nucleares. Así, se ha perseguido a Irak, Irán y Corea del Norte, pero se tolera la proliferación de otros estados alegando que no son parte del TNP, como es el caso de Israel, India y Pakistán. Ante esta política incoherente, Corea del Norte decidió eliminar su firma del TNP porque está claro que es más práctico no firmarlo que firmarlo.

La historia es la de siempre: unos gobiernan el mundo, otros obedecen, los menos miran, y los amigos de los primeros campan a sus anchas. Los malos de la película son los países que deciden no jugar con las reglas de los poderosos.

Estamos perdidos mientras consintamos vivir en una paz ficticia sustentada por el miedo que ejercen los países  dominantes. Estaremos sumidos en la paz elegida por ellos, una paz que entiende de guerras preventivas e “intervenciones humanitarias”. Esa paz es la paz del miedo, que no es paz sino silencio…